lunes, 2 de noviembre de 2015

¿Estás?

¿Estás? Quiero creer que sí, quiero pensar que aunque no puedo escucharte tú a mí sí, que aunque no puedo abrazarte aún deseas consolarme como cuando me tenías entre tus brazos. 

¿Estás? Espero que sí porque he venido a buscarte, he venido a decirte cuánto me has hecho falta en estos días, que no he dejado de extrañarte aún cuando ha pasado tanto tiempo.

Sé que estás porque aquí te quedaste, porque cuando te fuiste dejaste en mi todos este revoltijo de recuerdos y también un gran vacío.

Por qué dejaste detrás de ti muchísimas enseñanzas algunas que me diste con cariño, otras quizás, de ti las aprendí cuando estabas enojado pero ahora sé que lo hacías porque querías lo mejor para mí.

¿Estás? Porque quiero decirte que extraño tus besos, que extraño tus abrazos, que extraño platicar contigo y contarte tantas cosas.

¿Estás? Ojalá que sí, ojalá que aún puedas verme y te sientes orgulloso de lo que hoy me he convertido. Que al marcharte dejaste en mí un gran dolor y muchas preguntas pero que me sirvió para afrontar la vida de esta forma y ser así de fuerte como tú hubieras querido.

No sé si te fuiste antes de tiempo o te fuiste justo cuando debías. Lo que sí sé es que te extraño y que justo hoy quisiera que estuvieras aquí sólo para darte un último abrazo y darte un último adiós.

¿Estás? Sé que estarás aquí y allá para cuidarme.



domingo, 13 de septiembre de 2015

Cuando todos se hayan ido


Cuando todos se hayan ido y cierres por dentro la puerta detrás del último.
Cuando des la vuelta y veas tu casa tan llena de recuerdos y tan vacía de personas.
Cuando camines hacia la alacena y veas todos esos vasos de los cuales ya sólo necesitarás uno.
Cuando te sientes a beber leche fría de aquel vaso en esa mesa rodeada de sillas vacías.
Cuando tus pensamientos sean la única charla mientras le bebes.

Cuando buscando aquel documento entre los papeles del armario des con la caja llena de fotografías.
Cuando las mires y sonrías.
Cuando las veas y extrañes.
Cuando te inunden los recuerdos.
Cuando descubras que ya no duele pero que tampoco se ha ido.

Cuando te mires al espejo y desconozcas a quién está ahí enfrente.
Cuando acaricies tu vientre preguntándote de dónde vino todo eso.
Cuando veas tu cabello encanecido.
Cuando veas tus ojos cansados o quizás sólo un tanto caídos.

Cuando vayas a la cama sin el buenas noches.
Cuando la almohada sea tu única compañía.
Cuando en medio de la obscuridad la soledad y el silencio duermas.
Cuando despiertes sin los buenos días.

Cuando vayas por la calle ya sin prisa.
Cuando sabes que ya nadie te espera.

Cuando te des cuenta entonces que nunca habías sido tan dueño de tu tiempo como hasta ese día.
Cuando descubras que a pesar de lo triste que pueda sonar la soledad, encuentras en ella la alegría de estar vivo, de verte capaz de hacer lo que nunca creíste poder, 
Cuando sonríes de lo bien que se siente la independencia y la libertad.
Cuando descubras que no necesitas a nadie para ser feliz porque tu felicidad siempre estuvo en ti.
Cuando reconoces que el pasado fue maravilloso pero que el futuro aun puede serlo más.
Cuando te aceptes y sonrías.
Cuando por fin te diste cuenta que a la única persona que siempre debes complacer es a ti mismo.

Cuando llegue aquel día.


miércoles, 26 de agosto de 2015

De quién necesita a quién.

La noche de ayer me encontraba absorto en un proyecto en el cual estoy metido desde hace varios días. Sin darme cuenta el tiempo pasó y fue un crujido de tripas el que me recordó que no sólo de proyectos vive el hombre sino de pan también.

No soy muy fan de comer tacos callejeros pero pensé que era lo único que estaría abierto y sentí un leve antojo. Llegué pues al camion cocina mobil que está a unas cuadras de mi casa y luego de ordenar mi dosis de grasas saturadas y condimentos en exceso me senté en una de las mesas que están ahí para facilitar al cliente, dejando morir la bella tradición y maestría de comer tacos parado.

Una televisión sintonizaba el noticiero local de Tijuana y sin ponerle demasiada atención me enganché con la historia que presentaban.

Un hombre de apellido Jimenez llevaba viviendo en las calles de Tijuana algunos años debido a que sufrió un golpe en la cabeza y esto le produjo una pérdida de la memoria que le impedía recordar quién era y dónde vivía. Solo sabía su nombre y el de sus padres pero no a que se dedicaba o si estuvo casado alguna vez o si siempre vivió en las calles.

Ahí estaba el señor, sentado en la banqueta acompañado de dos perros callejeros. Pedía ayuda pero no para comer o un lugar para quedarse, sino para comprar un carrito de elotes y ponerse a trabajar, repetía insistentemente "Un carrito de elotes" "Un carrito de elotes" "algo para ponerme a trabajar y salir adelante y poder seguir manteniendo a esto dos perritos que los traigo aquí conmigo..."

¡O sea, no puedes ni con tu alma y todavía traes dos perros!, pensé en primer instancia pero luego de terminar mis tacos y bien dicen que uno piensa mejor con la panza llena llegué a dos conclusiones.

Pensé en lo avariciosos e ingratos con la vida que a veces podemos ser, tenemos tanto y nos ahogamos por no tener aquello que ambicionamos cuando alguien más no muy lejos quisiera tener las mismas oportunidades que tú tuviste.

Y luego además pensé que son ese par de perros quienes lo han salvado a él y no él a los canes.
Ese par de perros le brindan la compañía, el cariño y no solo eso, sino que además lo motivan a querer superarse y salir adelante de su situación de calle.

Estoy seguro que alguien en Tijuana al ver el noticiero sin duda buscará al señor Jimenez para ayudarle con su sueño de tener su carrito de elotes.

Hoy que es día del perro los quiero invitar a que si tienen uno, lo abracen y le demuestren cuanto lo quieren, que jueguen con él y que valoren lo mucho que nos brindan a cambio de una cama y unas croquetas al día.

Yo por mi parte me los llevé hoy a la playa.