miércoles, 1 de marzo de 2017

Pedro




"" Siempre que íbamos a Atengo, Hidalgo, el pueblo donde nació papá, nos quedábamos en casa de la tía Ceci y su familia, con ellos vivía mi abuelo Eutimio. Eso fue hasta que papá se dio cuenta de que con engaños hicieron que firmara su papá la cesión de derechos de unos terrenos en el monte que le había heredado mi bisabuelo. Se trajo al abuelo a vivir a la ciudad con nosotros e iniciaron un pleito legal que duró varios años hasta que al final recuperó sus terrenos el abuelo.

Como ya no teníamos a donde llegar papá decidió construir una casa en el terreno donde vivió de niño. Así que nos fuimos en el viejo Chevrolet cargado con costales de cemento y ladrillos al lugar donde se construiría.

Cuando llegamos vi amontonadas muchas piedras ennegrecidas en el centro del terreno. En tanto descargaban el material caminé por el terreno observando las negras piedras y preguntándome por qué estaban de ese color y qué uso habrían tenido. Rodeé las piedras varias veces con mirada analítica… no, no tenía idea que hacían ahí.

Cuando se desocupó papá se acercó a donde yo estaba y sonriendo me preguntó por qué estaba dando tantas vueltas a su casa. "¿Tu casa?, ¿Estas piedras eran tu casa?, ¿Aquí vivías?" Le cuestioné asombrada. -Sí, esto era mi casa, era piedra sobre piedra formando una especie de cueva así de alto-, levantando su brazo y señalando arriba de su cabeza. Caminó hacia la derecha unos pasos diciendo: de este lado en el día estaban los petates enrollados y las cobijas sobre unos huacales donde guardábamos la ropa, en la noche los extendíamos, aquí el de mis padres, acá el de mis hermanas y el mío de ese lado;  aquí había otros huacales con las cazuelas, jarros y platos de barro, y acá cerca de la entrada, mi mamá tenía un fogón donde echaba las tortillas y cocía los frijoles... casi siempre era lo único que comíamos -dijo riendo a carcajadas-. Mira ese viejo nogal, ya estaba así de grande desde que yo recuerdo, vamos a sentarnos bajo su sombra para que te siga contando. 

Continuó su relato: yo ni siquiera sabía que existía la ciudad, mi mundo era mi pueblo, las montañas que lo rodean, el río al que tenía que caminar poco más de una hora para ir a bañarme y donde las mujeres lavaban la ropa; los borregos que cuidaba no eran de nosotros, mis padres recibían frijoles o chiles o algunas monedas por pastorearlos. No sólo mis padres eran pobres todo el pueblo lo era, lo único que poseíamos era este pedazo de terreno heredado por mi abuelo. Pero yo no me sentía triste por vivir así, lo veía como algo normal.


Guardó silencio unos instantes. Yo estaba conmovida tomada de su mano. Cuántas cosas había ignorado de él. Volvió papá la vista hacia lo que fue su casa y comenzó a hablar de nuevo: tendría quizá diez años, fui a pastorear a los animales y me quedé dormido sobre la hierba, cuando desperté no sabía si era de tarde o estaba amaneciendo, duré un buen rato desconcertado en tanto escuchaba balar a los borregos. Sentía una paz inmensa y como si alguien me dijera quedito "quédate aquí Pedro". Puse mis manos bajo mi cabeza y saqué un poco de camote cocido que traía siempre en mi morral para cuando me daba hambre y me quedé contemplando el cielo hasta que vi una estrella. Es de tarde ya va a anochecer, pensé, no podré bajar con los animales en la oscuridad. Junté un poco de hojas secas, estuve frotando unas ramas como me enseñó mi mamá hasta que encendieron e hice una fogata. Y ahí masticando pequeñas porciones de camote, con las manos bajo la cabeza, miré el cielo nocturno en todo su esplendor. La luna brillaba redonda, amarilla, enorme, miré cientos de estrellas unas más grandes y brillantes que otras, había unas que se movían como correteadas y después supe que les llamaban cometas o estrellas fugases. Y en tanto miraba tanta belleza en la inmensidad del cielo me pregunté ¿qué habría atrás de las montañas? Con seguridad otros pueblos, otros ríos... ¿En el cielo habrá otros lugares como este y otros niños pastando borregos? ""


-Columba R., Memorias sobre mi padre, el más amado de mis muertos.