Llegó a casa cansado y saludó a todos con una sonrisa, se fue directo al sofá y se quitó los zapatos, sacó de la bolsa del saco el sobre que contenía su cheque, lo vio y revisó las horas trabajadas, miró el importe, restó en la mente la cantidad de los impuestos retenidos, apretó los labios y movió la cabeza, levantó la mirada arqueando un poco la ceja, suspiró, caminó hacia el calendario y ubicó a fecha, fijó la vista en el 18, se llevó el índice y el pulgar a los parpados respectivamente, se tallaba los ojos y balbuceaba mientras hacía cuentas mentalmente… seguro del carro, comida, gasolina, teléfono de la casa, el pago de la tarjeta... suspiró y se mordió un poco el labio superior. Apena salió para pagar todo, exclamó para sí.
Me acerque a él, yo tendría unos 10 años y le expliqué que tenía que hacer un proyecto de la escuela en referencia a la cultura Tolteca con presentación por escrito y maqueta.
Desconociendo el tema, fuimos a la papelería y compramos una de esas estampitas con información y dibujos al otro lado, regresamos a casa y buscamos en la enciclopedia y notaba a mi papá un tanto desconcertado, me sonrió y me alborotó el cabello poquito y me dijo: parece que nos vamos a aburrir bastante y no le vamos a entender, así que se puso de pie y le dijo a mi mamá: deberíamos de ir a Tula para ver qué onda. Y como siempre le gustó manejar, (especialmente la vida de los demás) nos fuimos en el carro los cuatro.
Tula se encuentra localizado en el estado de Hidalgo, México, en un par de horas llegamos ahí desde ciudad de México, es famosa por el centro ceremonia de Tula, el cual fue fundado por los toltecas alrededor del año 900 D.C, en la actualidad se puede observar los restos del templo de Tlahuizcalpantecuhtli o templo de la estrella de la mañana, en cuya cúspide se yerguen los famosos Atlantes de Tula, estatuas de 4,6 metros de altura, representaciones de dioses toltecas, que se cree eran los pilares del techo del adoratorio dedicado a Quetzalcóatl, por lo que se cree que los Atlantes simbolizan a su ejército.
Saliendo de ahí, fuimos a comer quesadillas y comida típica de la región, estuvimos jugando mi hermana y yo con unas gallinas y correteando a unos borregos que por ahí andaban.
Llegamos a la casa, muy contentos llenos de fotos y sonrisas y muy pero muy cansados.
En ocasiones tenemos que dejar a un lado las exigencias cotidianas de la vida y brindar un tiempo y dinero a la familia. Los hijos lo agradeceremos, algún día.
Gracias a Papá y Mamá.